El turismo es una de las mayores industrias globales. Supone una décima parte tanto del PIB como del empleo mundiales, según datos de la Secretaría de Estado de Turismo. Y, en España, líder del sector, más todavía: esta fuente de ingresos aporta el 11,7% del PIB nacional y el 12,2% de la población activa tiene empleos que dependen del turismo. Es, por tanto, un potentísimo motor económico que, sin embargo, ya antes de la crisis sanitaria se hallaba en revisión gracias a un compromiso con la ONU, en busca de un modelo más sostenible y con mejor incidencia en la población local y contra la desigualdad. La irrupción de la pandemia, de alguna manera, ha acelerado esa transformación, colocando en el punto de mira de los viajeros aquellos destinos que pudieran garantizar un patrimonio cultural y natural bien conservado, no masificados, lugares a los que, en definitiva, la gente pudiera acudir con una sola idea rondando sus cabezas: disfrutar de un mayor bienestar.